martes, 31 de julio de 2012

Enclave del agua




A muchos no nos llama la atención la que se ha montado con el tema del Enclave del agua. Hablan los más subjetivos de un gran éxito de asistencia en los alrededores del Soto Playa y del prestigio y el renombre de los grupos participantes, aunque quizá por la edad no conozco ni tan sólo a uno de ellos.

Me di una vuelta por el entorno y lo que más me llamó la atención fue la cantidad de gente que había acampando, y eso que estaba prohibido. Os invito a acampar un par de días  la semana que viene en el mismo lugar, a ver lo que pasa.

Por otro lado, se me antoja que los visitantes poco han aportado a la economía maltrecha de la ciudad, aparte de dejar el lugar lleno de vestigios que delatan su presencia.

Si se programa una actividad como la comentada con un presupuesto que sobrepasa con creces los cien mil euros, debería de ser para que repercutiera y contribuyera a dinamizar el turismo que es el que deja las perras, que buena falta nos hace.

Me quedo con la impresión que el único que ha sacado tajada de todo esto ha sido el negocio del Chicote.

miércoles, 4 de julio de 2012

Fiestas de San Juan. A toro pasado.

Me siento bien. He cargado pilas y he dejado atrás la monotonía del día a día laboral. Las fiestas de San Juan me han venido de perillas y eso que llegué al tercer toro de la tarde del Viernes. La cosa es que cada año es más de lo mismo, pero me encanta el poder vivirlas. Lo único que cambia es que soy un año más viejo, con todo lo que esto lleva consigo, pero la verdad es que todavía me voy defendiendo.

Me sigue llamando la atención el ver el viernes en la barrera cada vez más a más chicas jóvenes, ahora son las que van marcando el paso, en el callejón y después en el ruedo, entre toro y toro, que por cierto cada vez se hace más tedioso eso de “por favor despejen el ruedo, la lidia tiene que continuar”, una y otra vez, a sabiendas que los que se hacen los remolones no oyen el cansino mensaje. Recuerdo el peligro que tenía una chica hace no tantos años en el callejón, salía cuando menos magreada, en el mejor de los casos.

El sábado más tranquilo, fui a los toros, no estuvieron mal, la terna estuvo voluntariosa. Me llamó la atención la prepotencia de Castella en el patio de caballos antes de hacer el paseíllo cuando alguien se colocaba a su lado para dejar inmortalizado el momento en esa fotillo, ni se dignaba en mirar al frente, menos mal que con los morlacos no escatimó esfuerzos.
Después los Agés. Sin novedad. Al principio costaba un poco más el pujar en la subasta, después el vinillo de la bota soltaba la lengua y el bolsillo, y la cosa no iba mal del todo. Algunas cuadrillas como la de Santiago, que la tengo debajo de la ventana, aguantó hasta casi las once de la noche. Por cierto agradezco este año que las dianas se hagan sin ensayos pertinentes, el año pasado le costaba casi un cuarto de hora calentar el labio al de la trompeta , antes de comenzar la diana, y no veas la gracia que me hacía después de haber trasnochado lo suyo.

El Domingo, el desfile de las Calderas. Toca adecentarse un poco. Este año me he puesto un polo amarillo, amarillo y las abejas me han confundido con un girasol y no veáis la mañana que me han dado. Me ha resultado pesado y cansado. Pesado por lo que ha durado. Las piñorras y piñorros cada año se reproducen más y como desfilan de dos en dos se hace eterno. Una de dos, o restringen asistencia o en lugar de ir como la guardia civil o los donuts, van en filas de cuatro o cinco. Y cansado, porque he acabado con riñonera, la misma que sacaba cuando en los Escolapios nos invitaban, sin excusas, a asistir a misa de pie diaria antes de comenzar las clases matutinas. Después en la pradera la cata de las autoridades. Es la leche, cumpliendo los usos y costumbres, los políticos de turno probando las viandas de cada cuadrilla, a pecho subido y dando la sensación de que los jurados son sus súbditos, se me ha representado la época feudal con los señores del castillo al frente, y lo peor es que todo dios se siente orgullosos de preparar los mejores manteles, mesas, pinchos, torrenillos y toro guisado para los que deberían ser sirvientes nuestros.

Antes de ir a comer, el vermutillo de rigor, fuimos al tubo ancho, echamos unos mejillones en el Montico, bien, después fuimos al Garrido, seis cervezas, dos bitter sin alcohol y dos escuetas de calamares fríos rebozaos, total por portarnos bien 35 euros del ala, si estamos juguetones no tenemos dinero ni para pagar. Después de pedir explicaciones nos devuelven 4 €, pero la sensación es de que nos han tangado y de que en fiestas de San Juan, algunos hacen el Agosto, ¡Vaya morro!

Por la tarde jugaba y ganaba la selección. Soria es rojigualda. En la plaza Mayor gran afluencia de público para aprovechar esa pantalla gigantilla que colocó el consistorio. Por la noche unos bailables en la plaza Herradores con la orquesta Magia Negra, buena y prematura marcha para los cincuentones.

Y ya estamos en el Lunes, Lunes de Bailas. Por la mañana procesión religiosa hasta la Soledad. Las caras de los asistentes se adecuan al momento. Es el ratillo en el que las fiestas hacen honor a esos “San y de la Madre de Dios”. Se hace más corto, no hay tanta piñorra. Las juradas y acompañantes van con peinetas y riguroso negro. En la Soledad misa presidida por Carlos el alcalde, todo un personaje y cuatro o cinco curas.

Al acabar la Eucaristía, de vuelta para la plaza mayor. Allá está triste y solitaria la Virgen de la Mayor, nadie le hace caso, ni Ella hace caso a nadie. Igual ha salido del mismo tronco de madera que la de la Blanca pero es ésta la que se lleva todo los honores y las pleitesías. La vida de los mortales es lo más parecido a la de las vírgenes. Ahí la tenemos de cara a la pared para no ver las reverencias que le hacen a su compañera el resto de los Santos de cuadrilla. Celos.

Todos muestran su respeto a la Virgen de la Blanca, se lo empieza a creer con tanta flor y tanto clavel. Las floristerías han tenido trabajo. Por la plaza Mayor, es el Salvador el que se aproxima, ni una reverencia. Agapito, uno de los cuatros de la cuadrilla lo agradece, ya no está para genuflexiones después de todo el palizón que supone el ajetreo de estos días. Está claro, el jefe, el Salvador, no se doblega ante su madre. Vivir para ver. Y como lo religioso ha de durar lo imprescindible, a veces falta hasta tiempo para cambiar las pausadas notas musicales y comenzar a tocar una sanjuanera y ver a todos los integrantes de la cuadrilla comenzar con ese baile que te lleva los pies solos. Las tradiciones son las tradiciones.

Me voy a tomar unas cañas a la Herradores. Los jurados y acompañantes tienen tajo. A recorrer todas y cada una de las calles o barrios de la cuadrilla, no sea que después la inteligente de turno se niegue a pagar la tajada porque la imagen no haya pasado por su calle.

A media tarde a las bailas. Impresiona esa coloreada serpiente de gente bajando hasta las márgenes del Duero. Hacemos las paradas pertinentes en los abrevaderos de costumbre y después de superar el atasco en el embudo previo a San Polo llegamos a la explanada. Los del Chicote no dan abasto. Nos comemos ese bocata de tortilla con chorizo y después de un breve descanso, nos acercamos a escuchar a la banda de música. Hay mucha animación y un ambiente tranquilo que no hace prever actividad a los socorristas del río. Llegamos con tiempo a la Plaza Mayor. De nuevo hay congregación antes de subir por el Collao.

Ya va quedando menos. A las doce escuchamos todo el repertorio y más, de las sanjuaneras en el adiós, adiós San Juan. Echo de menos alguna nueva, adaptada a la realidad de hoy.

Y a la verbena. Se aguanta bien hasta el intermedio y eso que hoy lo hacen más tarde.

A ver si el próximo año puedo estar en la Saca y os lo puedo contar. Con Dios.