domingo, 28 de septiembre de 2008

Vea


La provincia de Soria tiene muchos pueblecitos escasos de población, entre ellos el mío, Nódalo, algo vale que desde hace unos años el alcalde se ha preocupado de que hoy esté adecentado y aunque pequeño y con pocos habitantes resulte acogedor y entrañable.
Otros pueblos no han corrido la misma suerte que Nódalo, hay muchos que se quedaron sin gente allá por los años 50 ó 60. Entre ellos se encuentra Vea, un despoblado cerca de San Pedro Manrique, pueblo famoso porque en la noche de San Juan cada año casi todos los hijos del pueblo pasan una alfombra de ascuas con sus pies desnudos, dicen que no se queman. Os recomiendo vivir en directo el evento, la noche suele ser clara, la temperatura idónea, y a eso de las 12 de la noche se echan a la espalda- a arrajones- a una joven o no tan joven del pueblo y pasan con decisión, dan unos 14 ó 15 pasos sobre esas ascuas incasdendentes y una vez conseguido se abrazan celebrándolo como se merece. Cada vez que lo presencio se me ponen los pelos de punta.
Pues bien, como os decía, Vea es uno de los despoblados de la provincia de Soria, a finales de los cincuenta se quedó sin gente y según me han contado - yo no he estado todavía allí- aún quedan en pie la iglesia, que honró a la Virgen de los Remedios, la escuela, con alguno de sus pupitres tal y como quedó en aquella época y algunas de sus casas a las que la maleza hace difícil su acceso. En una de ellas todavía puede verse el único ataúd que había entonces en el pueblo, bajaban al muerto al cementerio, lo metían en la fosa y el ataúd de nuevo al pueblo, listo para volverlo a utilizar.
Este pueblo que allá por 1845 tenía 150 habitantes hoy es un pueblo fantasma.
Son muchos los que desde San Pedro Manrique siguiendo el río Linares llegan hasta él, la mayoría son gente a la que le gusta el senderismo, pero otros lo visitan atraídos por algo extraño, algo difícil de explicar que sienten al sentarse en los poyos de algunas de la casas que aún quedan en pie.
Han sido y son muchos los que lo han visitado tratando de encontrar algo sobrenatural, relacionado con el más allá, con no sé qué. Hasta Iker Jiménez en alguno de sus programas radiofónicos de la madrugada de los fines de semana ha hablado de él.
Pues bien, mi hijo atraído por todo esto, decidió con un grupillo de amigos y amigas visitarlo este verano en el mes de Agosto.
Se perdieron y no dieron con el pueblo. Ese mismo día después de comer sonó en su móvil una melodía extraña que nunca la había oído antes, era una de esas alarmas , esos recordatorios que a veces grabamos en el teléfono haciéndolo servir como agenda. Al abrirlo encontró el siguiente mensaje:
14 de Agosto, VEAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA…... .
Él jura y perjura que jamás había escrito nada parecido en su teléfono. Nos quedamos todos sin saber qué pensar.
¿Realmente fue alguien del más allá el que a través de este mensaje quiso decirnos algo?.
Hoy ,y por eso os lo cuento, cada vez que pienso en ello, siento un cosquilleo por todo mi cuerpo y por muchas vueltas que le doy no logro encontrar ninguna explicación.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Martes con mi viejo profesor



Son muy pocos los libros que una vez leídos vuelves de nuevo a releerlos. Éste ha sido uno de ellos.
Cayó en mis manos por casualidad, su formato de libro de bolsillo, con poco más de doscientas páginas, no invitaba demasiado a la lectura, pero nada más abrirlo ya sabía que poco a poco me estaba enganchando y que me lo acabaría en un plis-plas.
Nos relata los encuentros entre un periodista, cansado ya de su profesión, y un antiguo profesor, aquejado de una enfermedad degenerativa que poco a poco le va consumiendo la vida y va haciendo que sea día a día un poco más dependiente de los demás.
Cada martes es un día especial, cada martes el periodista Mitch, recorre más de mil kilómetros para estar con su maestro, Morrie, para notar su presencia, para escucharle, para aprender de su experiencia y para disfrutar de su presencia.
Van tocando determinados temas que a priori son aquellos con los que estamos más familiarizados y aquellos de los que nos sentimos atraídos en cada momento.

Hablan del amor:

El amor es cuando te preocupas tanto de la situación de otra persona como de la tuya propia.

Lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarlo entrar.

Sin amor somos pájaros con las alas cortadas.

Abrazan las cosas materiales y esperan que éstas les devuelvan el abrazo.


De la familia:

Si no tienes el apoyo, el amor, el cariño y la dedicación que te ofrece tu familia, no tienes gran cosa.

De la vejez:

Es imposible que los viejos no envidiemos a los jóvenes. Pero la cuestión es aceptar quien eres y gozar de ello.

Tenemos miedo a la vejez, toda esa importancia que se le da a la vejez, no me la trago. Sé lo triste que es ser joven. Tienen penalidades, luchas, sentimientos de ineptitud, sensación de que la vida es desgraciada. Los jóvenes no son sabios, tienen un entendimiento muy limitado.

Si te quedaras con 22 años, serías tan ignorante como cuando tenías 22.

El que dice que le hubiera gustado volver a ser joven, en conclusión, vidas insatisfechas que no han encontrado sentido, porque si has encontrado sentido en tu vida, no quieres volver atrás, quieres ver más, hacer más.


Me encanta ser un viejo sabio cuando es adecuado ser un viejo sabio, pienso todo lo que puedo ser y tengo todos las edades, hasta la mía ¿lo entiendes?.

Del dinero:

Para nuestra sociedad: poseer cosas es bueno, poseer dinero es bueno, más bienes es bueno, comercialismo es bueno, más es bueno. Lo repetimos una y otra vez, hasta que nadie se molesta siquiera en pensar lo contrario.

No necesitas el último coche deportivo, no necesitas la casa más grande, ofrecer a los demás lo que puedes dar, no me refiero al dinero, me refiero al tiempo que aportas a los demás. Dedícate a amar a los demás, a la comunicación, dedícate a crear algo que te aporte algún sentido.

Las cosas a las que dedicas tanto tiempo, todo ese trabajo que hacer, podrían parecerte menos importantes. Podrías tener que hacer sitio a cosas más espirituales

Depositamos nuestros valores en cosas equivocadas, eso nos conduce a vidas desilusionados.


Del matrimonio:

Matrimonio, trabajo en equipo, sólo necesitan una mirada callada para comprender lo que pensaba el otro. No hay regla fija que pueda determinar el matrimonio.

No saben lo que quieren de un compañero. No saben quienes son ellos mismos, y así ¿cómo van a saber con quien se casan?.


Del perdón:

Perdónate a ti mismo y perdona a los demás.

De los hijos:

Si quieres tener experiencia de ser completamente responsable de otro ser humano y aprender a amar y establecer lazos de la manera más profunda, debes tener hijos.

No interrumpáis vuestras vidas, esta enfermedad nos habría estropeado la vida a los tres en vez de a uno.


De la muerte:

Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir. Enfrentarte a la muerte lo cambia todo, te quitas de encima todas las tonterías y te centras en lo esencial. Si aceptas que puedes morirte en cualquier momento entonces no serías tan ambicioso como eres.

Esta cultura no te anima a pensar en ciertos temas hasta que estas a punto de morirte estamos absortos en temas egocéntricos, nuestra profesión, familia, dinero, hipotecas...Estamos muy ocupados con muchos actos pequeños que sólo sirven para salir adelante.


Todo el mundo sabe que se va a morir pero nadie se lo cree, si nos lo creyéramos haríamos las cosas de otra manera.

Nos muestra con muy pocas palabras todo aquello que nos hace no ser nosotros mismos. Con su lectura se nos llega incluso a abrir el corazón y a pensar en sentimientos que los avatares diarios se encargan de dejarlos en lo más profundo de nuestro recuerdo. Nos enseña a vivir y también a sabernos enfrentar a la muerte, que no es poco.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Máximo


Creo que me dijo que se llamaba Máximo. Lo encontré sentado en un banco de madera, blanco, ya casi descolorido por el sol, sus patas no se asentaban bien y al movernos para cambiar de posición, bailaba.
Bastó un Hola! para entablar conversación. Máximo es un hombre pequeño, bajito, enjuto, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, pequeños, pillines que delataban que tras ese cuerpo, ya castigado por los años, antes hubo una persona afable y dicharachera. Se ayuda para caminar de un bastón, también pequeño como él.
Cuando llegué estaba mirando unas macetas perfectamente alineadas, colocadas sobre una pared empedrada. Destacaban el rojo de los geranios y un violeta fuerte de otra planta de la que ignoro su nombre.

Máximo lleva ya bastantes años en esta residencia de ancianos, por no recordar ya ni sabe los años que tiene, - tengo que tener muchos, por lo menos ochenta y dos, aunque ya no sé ni dónde mirarlo, ya no me acuerdo ni dónde he guardado mi carnet, - comenta.
Según entramos en conversación, voy notando que necesitaba hablar con alguien, me va relatando sus cosas, sus chascarrillos. Me habla de Matamala, su pueblo, me dice que vivía solo y que alguien, tampoco recuerda quién, debió de avisar para pedir que lo trajeran aquí.
- No sé porqué, si yo en mi casa estaba tan bien.
Me habla de su juventud, de algo que le pasó hace muchos años y que hizo que su pierna derecha esté siempre recta, derecha, y nunca mejor dicho.
A veces me explica que estuvo casado con una extranjera, otras veces que no.

Me fijo detenidamente en su jersey de lana, hacía bastante calor pero llevaba su jersecillo de color verde, algo ya descolorido y salpicado de pequeños quematones producidos por esa ceniza que imaginé caía de su cigarrillo sin estar apagada del todo.
- ¿Fuma?.
- Me gusta mucho fumar. Yo con un cigarrillo en los labios soy la persona más feliz del mundo.
- Pero el tabaco no es nada bueno, - le replico.
- Y para que quiero yo vivir más, ya no sé lo que hago aquí - me respondió.
Me quedé pensativo, mirándole de soslayo. Continuó diciéndome que antes eran mejores, que te los ponías entre los labios y que si no chupabas, no se consumían, ahora, se gastan solos.
Me habló de sus marcas preferidas, recordó aquel Cuarterón que había que liar a mano, y unos cigarros te quedaban estrechitos y otros demasiado panzudos, dependía del día que tenías.
También me explicó que antes venían sus sobrinos a visitarle y le traían algún paquetillo, pero que ahora como hace mucho que no vienen, lleva ya meses sin fumar, cuanto daría yo por echar un pitillo, - me decía.
Me levanté, me acerqué al coche y del bolso de mi mujer- mi mujer aunque muy poco, fuma- cogí su cajetilla de rubio ya empezado y su mechero y se lo ofrecí.
No podéis imaginar con que brillo me miraron esos ojillos. No recuerdo si me dio las gracias, pero con esa mirada ya fue suficiente. Estaba todo dicho.
Con un ansia que no supo disimular abrió el paquete y se llevó el cigarrillo a los labios, el mechero no quería encender, quizás para darle todavía más solemnidad al instante.
Llevaba razón, los cigarros de ahora se consumen muy rápidos. No se lo apartó de los labios en todo el rato, la ceniza , como había sospechado en un principio, iba cayendo a su jersey y a sus pantalones. Cuando lo acabó, continuó con la colilla entre sus labios, al menos hasta que tuve que marchar.
No habría dado cuatro o cinco pasos y al girarme vi que ya se estaba encendiendo otro con el maldito mechero.

Me di cuenta de lo poco que cuesta hacer feliz a la gente, por eso ahora, cuando voy a la residencia de ancianos- que lo tengo que hacer a menudo- aparto tres euros en el bolsillo derecho de mi pantalón.
Cuando me ve, Máximo se acerca a saludarme, le doy los tres eurillos y poco a poco con su pierna galana y su bastón, comienza a recorrer ese kilómetro que tiene hasta el Royo, el pueblo que está al lado, a comprar su tabaco.

Se lo podría traer yo, pero prefiero contrarrestar lo nocivo del tabaco con lo saludable del que vaya a comprarlo.

martes, 2 de septiembre de 2008

Trabajando



Ya ha pasado el verano y de nuevo al curro. Por largas que parecían las vacaciones allá por los primeros días de Julio han pasado raudas. Ya son recuerdos, bonitos recuerdos.
Como término antágonico, el trabajo, el día a día, la monotonía, los horarios fijos, la alegría del corto fin de semana, las relaciones personales con los compañeros y las sorpresitas...
De momento y a pesar de todo predomina el optimismo, a cada problema que va surgiendo se le va encontrando solución y a cada dificultad más ganas, más ganas de hacer las cosas bien.
Espero reavivar de nuevo este espacio que de alguna manera nos ha ido uniendo hasta ahora.
Saludos