martes, 26 de febrero de 2008

Domingo


Odio el domingo. Sobre todo el domingo por la tarde. Ya lo odiaba en la época de estudiante. Me remonto a hace ya, por desgracia muchos años, cuando por una cosa o por otra no llevabas aprendida la lección, preparado el examen o los deberes hechos para el lunes. Y si en alguna asignatura íbamos atavalaos era en matemáticas. No veáis la cantidad de ejercicios que teníamos que hacer. Y llegaba el lunes fatídico, hora de mates, se encargaba un compañero de ir citando nombres de cada uno de nosotros para que el cura nos preguntara. Nunca sentí más deseos de que la tierra se me tragara y a la vez de estrangularlo.

Estudié en Escolapios. En aquella época casi todos mis compañeros eran hijos de papá. Yo era sólamente hijo de padre y madre. No es que me sintiera desplazado, es que a veces ni me encontraba, rodeado de tanto progre. Mi madre nos hacía el bocata con pan de hogaza y no veáis como cantaba la hogaza delante de tanto bocadillito hecho por criada y de barrita fina.
Eran épocas de misa diaria, incluidos los domingos. El domingo en misa de 11,30 subía el padre Juan al púlpito y delante de todos los feligreses pasaba lista antes de comenzarla. Con tanto empacho de misa casi he llegado a aborrecerla. Me pierdo en ocasiones en las que no me puedo escaquear. Es como a ese niño al que obligaron a comer cada día ese puré de verduras y su madre nunca se veía satisfecha, al darle la última cucharada siempre devolvía todo lo engullido. Hoy háblale del puré de verduras.

Tengo muchos recuerdos de aquella época. Unos buenos y otros no tanto. Joer lo que ha cambiado la figura del maestro. Y así nos va.

Ahhh!!, y ahora como castigo por no ser un niño aplicado en su día, cada lunes a las nueve a la escuela....

jueves, 21 de febrero de 2008

Por una mirada....


Cada día se levanta a la misma hora. Ya es rutina. Su reloj biológico se encarga cada día de despertarla, no perdona ni lo fines de semana. La rutina se ha convertido en un hábito. Una visita rápida a la ducha y al espejo, después un desayuno expres, de pie, con prisas. Omitía incluso ese obligado beso matinal a su marido que se acaba de levantar.
Sale de casa. Su medio de transporte es el metro. Son muchas estaciones hasta llegar a su trabajo. Está acostumbrada.
Hace ya muchos días, muchos meses que las mañanas son distintas.
Fue una mañana de tantas. En el transcurso del viaje entró un hombre. Cada mañana entraban muchas personas al vagón, pero también entraba ese hombre, madurillo pero muy interesante, siempre con su cartera en la mano.
Ya el primer día se fijó en él, hubo un cruce de miradas y notó como las endorfinas, serotininas y felitelaminas se incenciaron a través de su mirada.
Cada mañana sucedía lo mismo, yo te miro, tú me miras y los dos nos miramos. Al cruzarse la vista, ésta se perdía como dos polos del mismo signo. Después eran miradillas de rehojo.
Había días que él al llegar el metro y ver que no estaba ella, esperaba el siguiente tren, pero ella no lo sabía. Otros se sentaba a su lado, ese día no se miraban, pero era un no sé qué lo que se desencadenaba en sus cuerpos que el viaje se les hacía más corto de lo normal. A veces deseaba que no terminara en toda la mañana.
Si algún día no se veían, aquello se hacía eterno y el día siempre se hacía cuesta arriba.
Y así iban pasado los dias, mañana a mañana.
Hasta su marido en alguna ocasión le había recriminado esa alegría el domingo por la noche, como si la llegada del lunes le diera vida, ese lunes que a su marido tanto le costaba arrancar.
Ella sabía que le hacía sentirse más joven, más atractiva y de otra forma. Lo curioso del tema es que nunca se habían saludado, ni siquira ese buenos días de rigor. Quizá si se lo hubieran dicho se hubiera roto esa química existente entre ellos.
Los días que no coincidían, que no eran muchos, ella, desde su interior recitaba y recitaba esos versos de Gustavo Adolfo Bécquer que aprendió en la escuela:

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.

domingo, 17 de febrero de 2008

Adelante


Y la vida sigue... Afortunadamente. Después del hoy viene el mañana. Vendrán esos atardeceres luminosos que nos dejan boquiabiertos. Me imagino que los amaneceres serán incluso más bonitos, pero hace mucho que no madrugo tanto. Mi padre sí que sabe de eso, y de escuchar los primeros trinos de lo pajarillos que se despiertan con los primeras luces, los jodidos todavía madrugan más que él.
Y como no, vendrán esos ratillos al lado de la lumbre, viendo las ascuas chisporrotear, jugando con las mostindas de ceniza al lado de esas trébedes que han sujetado miles de veces ese puchero descascarillado, ver esas llamas que consumen esa madera de carrasco que ahora sí, ahora no, alcanzan diferentes alturas, como queriéndonos hipnotizar. Me encanta mirar la lumbre jugando con las tenazas entre los dedos. Me gusta sentir su calor, sobretodo esos días fríos de invierno y dejarme envolver por ese humillo que a veces se hace en la cocina...

Hay muchas y pequeñas cosas por las que merece la pena seguir adelante.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Hasta siempre...


Estoy hecho polvo. Mal. Muy mal. Este mediodía nos han dado la noticia de la muerte de un compañero. Si ya de por sí la presencia de la muerte es dura, todavía lo es más en circustancias excepcionales, como ésta.
No llego a pensar lo que le puede pasar a una persona por la mente para ser su propio verdugo, pero es así.
Hace unos días era una persona superactiva, dicharachera, amable, un buen compañero y ante un problema más o menos latoso, todo se le viene encima. Todo se va al traste y adiós.
Hasta siempre compañero.

viernes, 8 de febrero de 2008

La tierra prometida


Vivía en una aldea de tantas que se encuentran diseminadas por la cordillera andina. Muy lejos de la ciudad. Sus abuelos, ya mayores eran los encargados de su precaria formación.
Su madre hacía ya dos años que había emigrado a España, a la tierra prometida. Una tía suya fue la culpable. Allá hay mucho trabajo, con lo que ganas en un mes puedes vivir aquí un año y no te lo gastas- le comentaba.
A los pocos meses fue su padre el que dio el salto. Ahora le tocaba a él. En la última carta, después de recoger y guardar unos billetes muy bien doblados leyó: Vendrás con nosotros dentro de veinte días, después de que el curso haya acabado. En Perú el curso escolar acaba en Enero.

Ya llevaba tres noches sin poder dormir bien. La incertidumbre lo mantenía fuera de sí, con una ansiedad constante.
Se aproximaba la fecha. Su estomago protestaba. Los nervios no le dejaban vivir.
Se despidió sin más de sus abuelos y montó en un autobús desvencijado que después de cuatro horas lo dejó en la gran ciudad. A cada momento se palpaba el bolsillo derecho del pantalón donde se había guardado algo de dinero y un billete de avión. No había viajado nunca en avión. Ni se imaginaba como un artilugio tan grande y pesado era capaz de elevarse por encima de las nubes. Él los había visto pasar por encima de su aldea dejando una reguero blanco que con el tiempo se difuminaba en el cielo.

Llegó a Barcelona. Allí estaban sus padres esperándolo. Al verlo ríos de lágrimas corrieron por sus mejillas. El abrazo fue eterno.
Una vez en ese piso compartido con otras personas comenzó a añorar su bonita y solitaria aldea. Sólo había visto muchos coches, unos enormes edificios y mucha gente. Amargados y serios como si tuvieran una inmensidad de problemas. Y para colmo, tenía que hacer cola hasta para ir al lavabo.
Su madre sólo trabajaba trece horas diarias cuidando de un señor anciano. Casi no la veía. Su padre había trabajado, levantando un gran rascacielos. Pero ahora estaba sin trabajo. Y sin paro. Era un sin papeles. Ahora como no trabajaba, bebía. Y como bebía, gastaba casi todo lo que ganaba su mujer.
La atmósfera en la familia se estaba volviendo casi irrespirable. Cada día deseaba con todas sus fuerzas quedarse más horas en la escuela a pesar de que no entendía ni a los profes ni a los compañeros. En la escuela de Barcelona se habla sin la eñe. En la escuela de Cataluña se habla y se enseña en catalán.
Y pasó lo que tenía que pasar. Una noche, después de un día muy largo llegó su padre borracho. Muy borracho. Su madre lloraba impotente.
No hay derecho- le recriminaba.
Fue de repente. Se oyó un fuerte golpe y los sollozos desaparecieron.
Él desde el fondo de la habitación y con los puños apretados maldecía una y otra vez a esta tierra de acogida que tantos problemas le estaba creando. La tierra prometida.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Musas


Llevo días intentando
un poemilla escribir,
me paso el día pensando
sin poderlo conseguir.

Muchas líneas he tachado
pienso y pienso sin cesar,
muchos temas voy tocando
pero las musas..., no están.

Si alguien las ve flotando
o vagando por el mar,
ya me podéis avisar
para poderlas llamar.

lunes, 4 de febrero de 2008

Infierno


He estado de paso por el infierno. No me llevo bien con el diablo, pero hay que tener influencias en todos los sitios. Por si acaso...
No os lo recomiendo. Está ubicado en el fondo de unos nubarrones que siempre amenazan tormenta. La oscuridad preside el día y la noche y los elegidos por sus malas obras tienen los ojos muy grandes y abiertos, pero no ven nada.
Tenía curiosidad. Curiosidad por ver quienes lo habitan.
Por allá me he encontrado a diferentes personajillos.
A ese agricultor que al recolectar las alcachofas cada vez les dejaba el rabo más largo, para que pesaran más.
A ese desgraciado cura que dejó preñada a la joven muchacha que le atendia y el muy sinvergüenza la abandonó a su suerte, como es lógico la niña que nació, que creo que se llamaba Simona, la metieron en la inclusa. Maldito cura.
También vi sufriendo a ese hombre primitivo que arrastraba de los pelos a la primitiva de turno y a muchos de los hombres que actualmente ya no se conforman con agarrarlas de los pelos, además las matan.
Por allí vagaban aquellos que iban a comprar el carbón a mi pueblo, con el trabajo y las noches durmiendo en el monte para vigilar la carbonera y a la hora de pesar los sacos con la romana los levantaban disimuladamente con el pie para que pesara menos.
No podían faltar algunos corruptos políticos, especuladores y engominados banqueros, meticonas suegras y despiadas nueras y como no, las típicas calientapollas que siempre te dejan con la miel en los labios.
En el extremo más alejado estaban todos aquellos que han matado en nombre de las distintas religiones, y anda que no había gente...
Todavía más lejos se llegaba a distinguir algunas sombras que no llegué a identificar.

sábado, 2 de febrero de 2008

Carnaval, carnaval...


Aquí estamos en la puerta del cole disfrazados de griegos. Como veis tengo unos compañeros/as que son muy enrollados.