sábado, 26 de diciembre de 2009

Suerte


Los Sorianos somos unos grandes aficionados a la lotería de Navidad, este año en concreto se ha comentado que uno con otro jugábamos 10 décimos por barba. Una Burrada.
Incluso la gente ya entrada en años como los que forman parte de la generación de mis padres, gente que por las circunstancias pasaron lo suyo, no escatiman a la hora de gastar unos cuartos en lotería, no les hace duelo.
Este año la suerte ha sido esquiva y apenas han caído unos quintos premios, según dicen poca cosa, acostumbrados a que el segundo premio íntegro y parte del primero se dejen ver por aquí, como el año pasado. Lo cierto es que raro es el año que el azar no pasa una temporadita por Soria y su provincia. Se nota que no tiene que venir en tren.
A la suerte la he visto muchas veces pasar, unas muy lejana y otras demasiado cerca, pero la muy caprichosa nunca se ha fijado en mí. Será que no me hace falta.

Es muy recurrente el oír los diferentes comentarios que pululan por los establecimientos de Soria los días posteriores al sorteo:
- ¿Qué pasa majo, no nos ha tocao nada?
- Si nos hubiera tocao, aquí iba a estar yo, estaría tomando los turrones debajo de una palmera y que le den al puto frío…

A pesar de todo, suerte para el 2010, a ver si ya dejamos esta pelona, que es la crisis, y que parece que se encuentra muy a gusto entre nosotros.
Salud.

domingo, 13 de diciembre de 2009

La vida


Pasa la vida sin apenas enterarnos. La monotonía diaria hace que no disfrutemos lo conveniente de cada momento. Nos limitamos a levantarnos a golpe de despertador, hacer las mismas prácticas, realizar los mismos recorridos, esperando ese viernes si es que no trabajas el sábado.
Y así nos caen los años, los lustros, y las décadas y casi al ralentí vamos acumulando mucha experiencia y muchos años, y vamos acortando ese periodo de lo que aún nos queda por vivir.
Al nacer ya comienza la marcha atrás de la vida y después de unos añitos despreocupados, comenzamos a preocuparnos por todo. Primero por nosotros y después por los otros. Son primero los hijos y después los padres. Y cuando nuestros padres son mayores sin querer nos están diciendo que ya estamos ahí, en capilla, que serenos los siguientes en llegar a esa senectud, a ese ocaso en el que todas las cosas que uno quiere ya casi han sucedido. Y la veleidosa suerte dejará ya de ser nuestra amiga.
Atrás quedarán y serán ya sólo recuerdos esos filtreos juveniles, ese vivir de matute en casa de los demás, ese compartir todo con ella y ese ajetreo que acaba cuando tú también vas rematando. Y continuaremos pasándonos la vida olvidando gente.
Y será el tiempo de mostrar esa paciencia franciscana que ojalá nos acompañe, la vamos a necesitar, aunque sin darnos cuenta dejaremos de ser eclécticos para irnos volviendo cada vez más misántropos y pendolistas. Y dentro de unos ciento cincuenta años cuando ya no nos recuerde nadie, habremos muerto del todo.