martes, 30 de abril de 2013

Primero de Mayo


¿Alguien podría decirme para que ha servido esta reforma laboral si cada vez hay más parados?
¿Alguien podría explicarme que celebraremos y con qué ganas el próximo día 1 de Mayo?.

Y lo malo no es eso. ¿Os habéis parado a pensar en las condiciones laborales en las que se encuentran muchos de los que ahora se les llama privilegiados por estar trabajando? 


viernes, 26 de abril de 2013

Soria y Javier Marias, Javier Marías y Soria



Se ve que por Soria se ha liado parda con el artículo publicado por Javier Marías en El Pais Semanal el domingo 15 de Abril.

¡Qué barbaridad, a ver si ahora resulta que para que unos sientan la inspiración poética otros tienen que vivir enclaustrados!
-

CUANDO UNA CIUDAD SE PIERDE

No es presunción, pero me consta que algunas personas han visitado la ciudad de Soria en los últimos años por las numerosas veces en que la he mencionado con afecto y elogio. A esas personas les debo una explicación, si se han pasado por allí recientemente,  y una advertencia a quienes aún tengan pensado acercarse por cau sa de mis recomendaciones. Tanto apego sentía yo por Soria -lugar de muchos veraneos de infancia- que hace doce años, y tras más de veinte de no pisarla, alquilé el que había sido el piso del gran amigo de mi familia Don Heliodoro Carpintero, quien además, en parte, me enseñó a leer y escribir. Durante este periodo he pasado temporadas en primavera, verano, otoño y en el crudo invierno, y en esa casa, con vistas al precioso parque conocido como la Dehesa, he escrito parcialmente mis últimas cuatro novelas. Ha sido un refugio en todos los sentidos del término… hasta que se ha convertido en lo contrario -un asedio- y me he visto obligado a abandonar la ciudad y ese piso. El último lustro en Soria ha sido insoportable, y casualmente ha coincidido con el reinado, como alcalde, de Carlos Martínez Mínguez, del PSOE -se lo pudo ver a menudo hace unos meses como escudero de Carme Chacón-.

La ciudad ha celebrado siempre unas fiestas largas, de una semana, los sanjuanes, consistentes sobre todo en la murga non-stop (día y noche) que las llamadas “peñas” endilgan a los habitantes con unas monótonas charangas. Bien, uno evitaba aparecer por allí en las fechas correspondientes. Pero en estos últimos cinco años parece que los sanjuanes duren las cuatro estaciones. El pasado otoño la cosa fue notable. Vinieron las fiestas de San Saturio (patrón local), que solían ocupar dos o tres días y ahora se alargan casi siete, y se erigió una carpa estridente en la Plaza Mayor, tan alta como el Ayuntamiento; luego, el puente del Pilar se fes tejó otra semana, con la ciudad invadida por un “mercado medieval” (ya saben, venta de chucherías y de alimentos incontrolados, de salubridad dudosa). El 22 de octubre, que ya no era nada, fue un buen ejemplo de lo que sucede: a lo largo de once horas -once-, grupos de “dulzaineros” o “gaiteros” atronaron el lugar sin descanso, mientras parte de la ciudadanía dispu­taba algo semejante a una carrera sin pies ni cabeza y otra parte saltaba sobre colchonetas en una plaza muy céntrica, todo ello acompañado de música y “ánimos” estruendosos por altavoces. Era como si la ciudad hubiera enloquecido. Lo malo es que esa es la tónica general. Teatros de autómatas tocando salsa ocho horas diarias en verano; desde febrero, ensayos de tambores y trompetas para la Semana Santa (qué diablos tendrán que ensayar, si es lo mismo desde hace siglos); bares y terrazas proliferantes, sin control alguno, con la música a tope y sin respetar los horarios (si el dueño del que padece uno cerca es además un malasangre, imagínense la tortura); mastuerzos a grito pelado de madrugada, sin que la policía municipal nunca se inmute; conciertos y actuaciones cada dos por tres en pleno centro, bafles hasta las tantas; botellones en el delicado parque, que queda arrasado; un “trenecito” turístico que recorre la ciudad metiendo más ruido que otra cosa; un sistema de recogida de hojas a mil decibelios… El Ayuntamiento, en vista de que los ociosos juegan sin cesar a la tanguilla en la Dehesa, sustituyó el suelo de tierra o grava por uno de asfalto, gracias a lo cual el estrépito es continuo: clink, clank, clonk, vuelve loco al más cuerdo. Por no hablar de las procesiones, de las que pocas poblaciones se li bran en este Estado nacional-católico en el que seguimos viviendo. (Añadan a unas caseras infragaldosianas, esto a título particular mío.)

Por si no bastara todo esto, acaba de comenzar una disparatada y descomunal obra justo al lado del parque (que sin duda se verá muy dañado), para construir un superfluo aparcamiento subterráneo. Existe ya uno a unos centenares de metros, que está siempre medio vacío. La obra del nuevo e inútil (útil sólo para destruir) se prevé que dure dos años, así que échele tres, por lo menos, de zanjas, vallas, perfo radoras, tuneladoras, lodo, polvo y árboles muertos. Como para pasear por allí, sin duda. Los sorianos son muy dueños de tener la ciudad que quieran, faltaría más, y a buen seguro están contentos con su alcalde, pues lo reeligieron hace menos de un año. Ahora bien, si antes Soria era un lugar singular, decoroso y digno y con enorme encanto, ahora –cómo decirlo- con su “valencianización” permanente, se ha convertido en un sitio vulgar, como cualquier otro. De la de Machado y Bécquer no queda nada, y maldito lo que estos dos poetas les importan a las actuales autoridades. La transformación es sintomática de lo que es hoy España: si una localidad pequeña, castellana, austera, tranquila y fría se ha convertido en un espacio ruidoso, impersonal y festero (no sé de dónde sale el dinero para tantos “entretenimientos” municipales), da escalofrío imaginar lo que serán otras de mejor clima y costeras. Dejo allí buenos amigos (Ángel, Sol y Alejandra; Enrique y Mercedes; Fortunato y Lourdes y Álvaro; César, y Jesús y Ana; Emilio Ruiz, que murió justo cuando me despedía). 

Seguiré animando de lejos al equipo de fútbol, el Numancia; los buenos recuerdos de hoy y de antaño prevalecerán sobre los malos recientes, seguro. Pero, así como los sorianos son libres de cargarse su ciudad (desde mi punto de vista), yo lo soy de largarme, aunque con mucha pena. Un adiós significativo.

JAVIER MARÍAS
(
El País Semanal, 15 de abril de 2012)

lunes, 22 de abril de 2013

El afilador



La verdad es que pensaba hace ya muchos inviernos que el oficio de afilador tenía sus días contados. Con tanto mecanismo manual o eléctrico es curioso ver todavía por Soria la figura de ese afilador con su chiflo, su resultona melodía y su moto.

Si vas por el barrio del Calaverón te lo tropiezas, si vas por San Pedro allí está, si por la Barriada notas su presencia. Omnipresente. 
Y si nos damos un garbeo por Navarra allí te lo puedes cruzar. 
Ignoro si también tiene un mellizo como el del acordeón.

miércoles, 10 de abril de 2013

La vida y la literatura



La edad no perdona. De lejos veo como un lince pero de cerca me falta brazo. Las gafas van ya conmigo.

Y es cuando te vas dando cuenta de la realidad de la vida y a veces piensas en qué no hace demasiados meses leías ese periódico a pelo. ¡Qué maravilla!

Estando ayer tomando un vinito alguien que estaba utilizando una lupa como ayuda para leer ese diario me recordó aquellos versos que aprendí en la escuela y que Pedro Calderón de la Barca escribió en La Vida es Sueño y que comparto con vosotros:

Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.

viernes, 5 de abril de 2013

Reflexiones


Siempre tendré en mi recuerdo la actitud de la generación de mis padres, personas que hoy están rondando los ochenta.

Han sido personas que empezaron trabajando muy jóvenes para sus padres, sin escatimar esfuerzos. Les tocó vivir una situación muy dura derivada de la posguerra lo que les hizo ser austeros y ahorradores por lo que pudiera venir después.
Compraban cuando tenían las perras y si no se esperaban a tener esa bicicleta que se necesitaba para ir a trabajar a Abejar  yendo mientras, andando.
Guardaban siempre con sumo cuidado esa ropa para los Domingos y esos zapatos lustrosos para cuando la ocasión lo requiriera, usando esos pantalones a veces llenos de pedazos para el día a día.

Trabajaron siempre pensando en que sus hijos tuvieran más oportunidades que ellos, que fueran más que ellos en la vida y que no tuvieran que trabajar tanto como ellos. En ese sentido nunca fueron egoístas. Nos dieron todas las oportunidades que pudieron, otra cosa es que nosotros las optimizáramos en su aprovechamiento.
Su esfuerzo en una gran mayoría de los casos mereció la pena.

Fueron personas honradas, con unos valores muy arraigados. Fueron pobres, pero honrados y jamás tuvieron que agachar la cabeza ante nada ni nadie.


Y hemos llegado nosotros, que interpretando mal sus deseos hemos sido partícipes de una sociedad donde el esfuerzo no se premia, donde se premia la mediocridad, donde nos engañamos formando a nuestras criaturas pensado que después la vida les dará las mismas oportunidades vayan o no preparados.

Como ellos ahorraron nosotros nos hemos vuelto egoístas a veces con su consentimiento, abusando de su ayuda hasta llegar al punto de exigirles un aval bancario que puede hacer que después pierdan todo aquello que les ha costado tanto conseguir como les ha ocurrido a muchos. Y eso de “tú gasta que para eso están tus padres” se ha convertido en una trampa con muy difícil solución.

Nos hemos creído los reyes del mambo con aquello que no era nuestro y ahora estamos pagando las consecuencias con creces. Nos creíamos que podíamos viajar, disfrutar de ese mejor coche, esa casita en la playa o en la montaña, ese ritmo de vida que a larga nos está destruyendo, a nosotros y a ellos también.
Simplemente son las consecuencias del derroche. Y que conste que los bancos han jugado a la perfección su papel ofreciéndonos aquello que sabían que a lo peor no podríamos devolver.

Pero por lo menos hemos seguido siendo honrados y no como otros. Cuando leo o escucho todo lo que está pasando en este santo país pienso si en verdad no se ha competido para ser el más chorizo, el más ladrón o el más sinvergüenza. Las enseñanzas de nuestros mayores se han ido al carajo.

Además de lo ya comentado, y por si fuera poco, aquí está nuestra generación, la generación estúpida, los que hemos trabajado mucho desde jóvenes, a los que no ha llegado prácticamente ninguna ayuda social, los que no sabemos cuándo nos jubilaremos y en qué condiciones, los que trabajamos en su día para nuestros hijos y ahora seguimos trabajando para ellos ya que con treinta años no han dado un palo al agua y a los cincuenta ya son viejos, los que en definitiva sufriremos de manera directa los desmanes y las corruptelas de los demás.

¡Qué Dios nos pille confesados!