martes, 28 de abril de 2009

Tunante


Sufres. Sufro porque sufres. Es la vida. Hoy alegría. Mañana tristeza. Ilusiones. Decepciones. Paciencia.
La herida cicatrizará. Seguro.
Esa cortina desaparecerá. Piensa. La luz del orto te iluminará.
Sopesa. Decide. Acierta.

sábado, 25 de abril de 2009

La vida y la muerte


Leyendo una entrevista hecha a Xavier Gómez-Batiste, médico que se encarga de las unidades que ayudan a estar en paz al final de la vida, a uno se le queda el cuerpo de aquella manera. Comenta como nadie quiere ir a estas unidades, pero todo el mundo está muy contento de que haya alguien que se ocupe de cómo transcurrirán los últimos días, semanas o meses de su vida.
Su objetivo es que el enfermo pueda morir en paz. Y es que queramos o no, la muerte de cada uno comienza con la alegría de nuestro propio nacimiento. De nada nos sirve esconder ese sufrimiento, ya que nos causa más sufrimiento todavía.
Ocultamos la muerte. Pienso que cuando asistimos al entierro de alguien, todos estamos muy tristes, pero no sólo por la persona finada, sino porque dentro de ese ataúd nos vemos también a nosotros mismos, nos está recordando que tarde o temprano también pasaremos por ese trance, pero de máximos protagonistas.

Ya desde muy pequeños omitimos esta realidad, a los niños no les dejamos asistir a un funeral, y hoy en día, con lo enmascarado que tenemos el sufrimiento se les hace difícil comprender que alguien nos ha dejado para siempre.
Recuerdo como antes en los pueblos se estaba más familiarizado con el tema, veíamos como se moría los animales, yo todavía tengo en mi retina la muerte del caballo del tio Leopoldo de mi pueblo, y como, arrastrándolo lo llevaron a un cerro para que fuera festín de los buitres, de vez en cuando veíamos también ovejas, tiernos corderillos o perros. Y cuando llegaba la matanza, el cochino, que éste no se moría, lo matábamos para poder comer todo el año, y pobre si no le llegaba su San Martín, por cierto a mi me gustaba tirarle del rabo cuando lo tenían sobre el banco para sacrificarlo, su muerte era nuestra vida, era un día de fiesta que unía a la familia, allí todos ayudábamos.

No olvido, tampoco, el fallecimiento de alguno de mis abuelos, de compañeros, de otros niños, recordad que antes las familias tenían muchos hijos y rara era la que no perdía alguno de sus miembros muy jóvenes, era la sabía naturaleza la que siempre se encargaba de hacer su selección.
Como os decía estábamos familiarizados con ella, era algo rutinario.

Hoy conozco a gente que menosprecia incluso a aquellas personas que su trabajo tiene una relación directa con el tema. He visto como un enterrador tenía problemas para buscar compañero a la hora de echar la partidilla de guiñote en el bar Siglo XX, he oído como a alguien que trabajaba de ayudante de forense era “el funesto”, y así podría relataros más casos.

Os acordáis del luto, era un consuelo colectivo, cuando nos encontrábamos a alguien con una corbata negra, siempre le preguntábamos cuál era el motivo, y ese detalle le servía para que nos lo explicara y recibiera el pésame, compartía esa falta, y ese compartir para esa persona era necesario. A veces se llevaba durante años, ese color negro que te ponía la carne de gallina. Ahora el luto ha desaparecido, dicen los especialistas que no es bueno , que era un mecanismo que nos ayudaba a superar el mal trago. Ahora la muerte se escode. Tampoco soy partidario de que a veces con la muerte de una persona también moría la esposa o el esposo, de por vida. He leído que hay asociaciones que están intentando recuperar el luto, no nos extrañemos si inventan algún sistema, como un determinado pin.


Dicen los entendidos que es una parte de la vida, que es algo natural, que morimos, lógicamente, porque estamos vivos, y que la muerte es una enfermedad de trasmisión sexual.

A pesar de todo lo comentado espero que la muerte nos respete. Salud.

viernes, 17 de abril de 2009

Tratando de formar personas



Tengo alumnos y alumnas de diferentes nacionalidades. Los hay que son de Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Brasil, Argentina, Filipinas, China, Italia, Rumanía, Marruecos o Pakistán. También hay alguno de aquí, los menos.
Desde hace unos años, con el tema de la globalización y el movimiento migratorio, se ha incrementado el número de chavales extranjeros que forman parte de nuestro sistema educativo.
Nos encontramos de todo, algunos nos enriquecen y otros nos entorpecen.
Lo que sí he notado, es que por mucho que queramos educar en determinados valores, nos es muy difícil el conseguir determinados resultados. Por ejemplo, por mucho trabajemos en la igualdad de las personas, sin discriminación ni de sexo, ni de origen, ni de raza…, si las familias no nos ayudan con su colaboración, ardua se nos presenta la faena.

Ayer, sin ir más lejos, en una de esas conversaciones informales que surgen en las entradas o salidas de las clases y hablando con una niña pakistaní que ya tiene sus 12 añitos, me quedé bastante asombrado al oír su predisposición a dar como bueno todo aquello por lo que nosotros estamos luchando cada día.
Para ella, el que las mujeres no puedan trabajar fuera de casa, es algo normal, tiene muy claro que su función en la vida será el de concebir hijos y tener la comida hecha para cuando venga ese marido que seguro no ha elegido. Y además me comenta que "en su país", por que ella a pesar de estar ya con nosotros desde hace más de tres años, sigue estando en su país, la gente se separa menos, el divorcio apenas se da. Y cuando le pregunto que qué es lo que hace una mujer cuando la deja el marido, ella, muy tranquila me responde, que qué es lo que va a hacer, pues irse otra vez con sus padres y sus hermanos.
Toqué con cuidado el tema de los velos y las caras tapadas y claro ella también tenía muy clara su visión con respecto al tema, llevan la cara tapada, porque “en su país” hay hombres muy malos que se pueden fijar en ellas y les pueden hacer daño. Lo malo es que aquí también los debe de haber.

Como veis por mucho que tratemos de educar, ya se encargan otros, incluído no sé qué libro, de hacer todo lo contrario.

sábado, 11 de abril de 2009

Soria casi blanca


Nunca hubiera pensado que unas minivaciones como las de Semana Santa en Soria dieran para tanto. Hemos pasado calor del bueno sentados en un banco de la Dehesa. Hemos paseado sin abrigo por esa pradera de Valonsadero. Hemos recorrido parajes, como los de San Saturio, llegando al Viaducto, que por muy frecuentados, nunca pierden su encanto. Hemos sentido el cierzo en los cuatro Vientos, observando esas vistas maravillosas de Soria desde el Mirón. Ha llovido sin piedad. Me he dejado nevar adrede y hoy hace un frío que pela. Y espera que todavía nos quedan tres días…
¿Alguien da más en tan poco tiempo?

miércoles, 8 de abril de 2009

Semana Santa


¿Religiosidad, fe, recogimiento, sentimiento, penitencia, o tradicción, rito, folklore, alegría, bullicio, descanso, vacaciones y limonada y torrijas?

domingo, 5 de abril de 2009

El caballito de Soria




Últimamente se ha puesto de moda el colocar en la trasera de los coches determinados dibujos o figuras que se identifican con algo más. Así, si vemos un toro, todos sabemos que quien conduce se siente español por encima de toda duda, si vemos un burro, estamos hablando de un catalán de pura cepa, si lleva una cabra, por lo menos es de Fuerteventura…, y así podríamos ir identificando el origen y el gusto de quien conduce, incluso hoy, que ya han desaparecido las letras identificativas en las matrículas de los vehículos.

Pues bien, cuando veáis un caballito, como el de la ilustración de arriba, se sabe que el que conduce o bien es de Soria, como yo, o bien está muy vinculado a esta tierra, como yo también.

El caballito de Soria, además de ser el símbolo que ha utilizado una famosa joyería soriana para una de sus colecciones es símbolo de la productora Numancia, la que se encarga de la serie “En tiempos revueltos”, emitida actualmente.

La primera manifestación de esta figurilla apareció en las excavaciones realizadas en la ciudad celtibérica de Numancia, que se encuentra a tan solo 7 kilómetros de Soria. Allí encontraron una fíbula, una especie de hebilla de bronce, que representaba a la deidad de Hipona, el dios celtíbero de los caballos. Además este símbolo también se encontró en numerosas vasijas y utensilios que utilizó este pueblo.

Lo llevo colocado en mi coche. Soy uno más de los que lo identificamos como algo muy nuestro. Me hace sentirme un poco más cerca de mis orígenes cuando me encuentro, que es donde vivo, por esta preciosa tierra de acogida que es Cataluña.

Cuando veáis a un coche con este distintivo, ya sabéis que puedo ser yo.