Hoy os voy a confesar mi secreto, pero por favor, no lo comentéis con nadie. Por una serie de circunstancias que no vienen al caso en mis horas libres ejerzo de ángel. Sí, habéis leído bien, un angelote de esos que los tristes mortales, aún sin saberlo, tenéis a vuestro lado para protegeros.
La tarea, como podéis imaginar, es complicada, y más sabiendo que no siempre custodio a la misma persona, soy como un interino pero en el mundo celestial.
Cada noche, encuentro en mi bolsillo derecho de la chaqueta un papel bien dobladito y con un olor muy especial, allí hay escrito el nombre del feliz afortunado, de esa persona con la que compartiré esas horas en las que seré su guardián.
Es un trabajo muy complicado, hay días que preferiría ser un Serafín y con mis tres alas volar y volar por los lugares más recónditos de ese cielo transparente, sin demasiadas preocupaciones. Pero no, soy un simple ángel de la guarda, el currante de toda esa jerarquia divina.
Tengo mis trucos, la otra noche no tuve demasiada suerte con la persona a la que tenía que cuidar, era una joven impulsiva, que en cuanto me descuidaba se me descarriaba, hasta que me acerqué a ella, y muy tiernamente la besé en la mejilla. Sus ojos comenzaron a brillar de otra manera, se tomó la última copa y dio la fiesta por acabada.
Peor fue el de la semana pasada, era calvo, fuerte, tatuado, rico, exigente y caprichoso, hasta tal punto que nadie de mis compañeros quiso hacerse cargo de él. Sólo su presencia transmitía intranquilidad. No se le ocurrió otra idea que la de visitar un lupanar. Intenté persuadirlo, no hubo manera. Antes de que pudiera pecar, algo insólito sucedió, todas aquellas chicas dejaron de sonreírle, ni la más necesitada se fijó en él, desde detrás de la roja cortina me di cuenta de que a veces para salvar a uno te tienes que convertir en guía de las demás.
Si en algún momento crees que me necesitas, cierra los ojos, y muy profundamente piensa en mí, esa noche no desdoblaré ese papelito y estaré contigo, cuando llegue te daré un pellizquito. No hará falta que me digas nada. Por la mañana seguro que encontrarás una plumita en el suelo.
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viernes, 19 de febrero de 2010
Mi secreto
Publicado por
Javier
en
viernes, febrero 19, 2010
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