sábado, 25 de abril de 2009

La vida y la muerte


Leyendo una entrevista hecha a Xavier Gómez-Batiste, médico que se encarga de las unidades que ayudan a estar en paz al final de la vida, a uno se le queda el cuerpo de aquella manera. Comenta como nadie quiere ir a estas unidades, pero todo el mundo está muy contento de que haya alguien que se ocupe de cómo transcurrirán los últimos días, semanas o meses de su vida.
Su objetivo es que el enfermo pueda morir en paz. Y es que queramos o no, la muerte de cada uno comienza con la alegría de nuestro propio nacimiento. De nada nos sirve esconder ese sufrimiento, ya que nos causa más sufrimiento todavía.
Ocultamos la muerte. Pienso que cuando asistimos al entierro de alguien, todos estamos muy tristes, pero no sólo por la persona finada, sino porque dentro de ese ataúd nos vemos también a nosotros mismos, nos está recordando que tarde o temprano también pasaremos por ese trance, pero de máximos protagonistas.

Ya desde muy pequeños omitimos esta realidad, a los niños no les dejamos asistir a un funeral, y hoy en día, con lo enmascarado que tenemos el sufrimiento se les hace difícil comprender que alguien nos ha dejado para siempre.
Recuerdo como antes en los pueblos se estaba más familiarizado con el tema, veíamos como se moría los animales, yo todavía tengo en mi retina la muerte del caballo del tio Leopoldo de mi pueblo, y como, arrastrándolo lo llevaron a un cerro para que fuera festín de los buitres, de vez en cuando veíamos también ovejas, tiernos corderillos o perros. Y cuando llegaba la matanza, el cochino, que éste no se moría, lo matábamos para poder comer todo el año, y pobre si no le llegaba su San Martín, por cierto a mi me gustaba tirarle del rabo cuando lo tenían sobre el banco para sacrificarlo, su muerte era nuestra vida, era un día de fiesta que unía a la familia, allí todos ayudábamos.

No olvido, tampoco, el fallecimiento de alguno de mis abuelos, de compañeros, de otros niños, recordad que antes las familias tenían muchos hijos y rara era la que no perdía alguno de sus miembros muy jóvenes, era la sabía naturaleza la que siempre se encargaba de hacer su selección.
Como os decía estábamos familiarizados con ella, era algo rutinario.

Hoy conozco a gente que menosprecia incluso a aquellas personas que su trabajo tiene una relación directa con el tema. He visto como un enterrador tenía problemas para buscar compañero a la hora de echar la partidilla de guiñote en el bar Siglo XX, he oído como a alguien que trabajaba de ayudante de forense era “el funesto”, y así podría relataros más casos.

Os acordáis del luto, era un consuelo colectivo, cuando nos encontrábamos a alguien con una corbata negra, siempre le preguntábamos cuál era el motivo, y ese detalle le servía para que nos lo explicara y recibiera el pésame, compartía esa falta, y ese compartir para esa persona era necesario. A veces se llevaba durante años, ese color negro que te ponía la carne de gallina. Ahora el luto ha desaparecido, dicen los especialistas que no es bueno , que era un mecanismo que nos ayudaba a superar el mal trago. Ahora la muerte se escode. Tampoco soy partidario de que a veces con la muerte de una persona también moría la esposa o el esposo, de por vida. He leído que hay asociaciones que están intentando recuperar el luto, no nos extrañemos si inventan algún sistema, como un determinado pin.


Dicen los entendidos que es una parte de la vida, que es algo natural, que morimos, lógicamente, porque estamos vivos, y que la muerte es una enfermedad de trasmisión sexual.

A pesar de todo lo comentado espero que la muerte nos respete. Salud.

6 comentarios:

MJ dijo...

Sin la muerte, todo nacimeinto sería una tragedia...

Hablar de ella incomoda a mucha gente, por lo que tú comentas, porque no quieren asumir la conciencia de la propia finitud y el mecanismo de defensa más usual es negarla o esconderla, como sucede hoy en día en la muerte aséptica de los tanatorios, a los que pocos niños asisten.
No se debería negar la despedida a los más pequeños, porque del mismo modo que nosotros sentimos una pérdida, ellos también la sufren y necesitan procesarla; si les engañamos o les negamos la asistencia al hospital, tanatorio o funeral, no aprenderán nunca a aceptar la muerte como algo presente y natural en la Vida de tod@s, y después tendrán más dificultades para poder asumir el resto de muertes venideras.

Pienso que desde las escuelas debería haber una pedagogía de la muerte, pero no únicamente como medida paliativa ante el duelo(cuando algo sucede), sino como acción preventiva, capaz de proporcionar herramientas personales para procesar los posteriores duelos ante las sucesivas pérdidas con que tendrán que enfrentarse a lo largo de la Vida.

Antes el sexo era el gran tabú; ahora, la muerte ocupa su lugar.
No debemos tener miedo a hablar sobre ella, porque todos nos la encontraremos tarde o temprano, razón de más para respetarla y asumirla como parte de nuestra vida.
Si hoy en día el cine la tiene muy presente, las noticias nos la muestran sin pudor e incluso los cuentos o dibujos infantiles la contemplan, ¿por qué negarla descaradamente?.
Tratemos de ser coherentes con nuestra existencia finita, y asumamos la propia finitud como algo natural, inherente a nuestra condicion "mortal".
Saludos, y gracias por tratar un tema que poca gente se atreve a mencionar.

José María dijo...

Que la vida es un camino hacia la muerte, está claro; que comenzamos a morir (y a vivir) cuando nacemos, también es cierto.
Que la muerte es el último acto de la vida, seguro.
Lo que no comparto es mantener durante largo tiempo esas manifestaciones externas como vestir de negro o corbata negra durante meses y meses. ¿De qué sirve?.
Es duro, muy duro, perder a un ser querido y te hablo por desgracia de la experiencia, pero la vida debe seguir lo más normal posible, sin que ello signifique que se olvida a ese ser querido que ya no está.

Echo de menos tus sabios comentarios a mis entradas.
Un abrazo.

Javier dijo...

Amigo José Mª,
omparto contigo la alusión que haces al tema del luto. No c onsidero positivo ese sentimiento que te va corroyendo año tras año.

Un saludo

Ligia dijo...

Estoy con ustedes en cuanto a lo del luto, que a fin de cuentas no sirve para nada. Recuerdo las críticas que seguían a una muerte si los que quedaban no se vestían de negro durante bastante tiempo. Yo suelo ir al cementerio a llevar flores a mis padres más como una obligación, porque sé que así lo quería mi madre, pero en el fondo pienso lo mismo. Abrazos

Cigarra dijo...

Hola Javier; llego aquí desde el blog de Cecilia y atraida por el nombre de Soria. Me encanta tu tierra y pasé por allí hace una semana, de vuelta de una boda en La Rioja. Comimos en el Valonsadero y dimos una vuelta para ver San Juan de Rabanera y Santo Domingo. Tengo muy buenos recuerdos de Soria en todas las épocas de mi vida, aunque haya estado siempre de paso, y espero volver a menudo.
Muy buenas las reflexiones sobre la muerte. Mi hija clasifica a la gente en dos categorías: los que se han dado cuenta de que todos nos vamos a morir, y los que todavía no han asumido esa realidad. Es una buena clasificación. Saludos

Cecilia dijo...

También hay veces que, cuando alguien se muere, sentimos más compasión por el que se queda sin esa persona que por el propio fallecido. Porque para éste se han acabado los problemas físicos, el dolor, las preocupaciones, pero los que se quedan en la tierra tienen que seguir viviendo sin su consuelo, su presencia y su afecto.
No me gusta la muerte, sobre todo cuando se lleva a personas que no han cumplido una edad avanzada.