miércoles, 23 de mayo de 2007

Te lo imaginas, Raquel...

No hace demasiado tiempo se menospreciaba a las mujeres por su dedicación completa y exclusiva al hogar, al marido, a los hijos, a esa vida entre ese baldao de ropa sin planchar, con horario indefinido de veinticinco horas lectivas.

Para más inri sin paga, ni de beneficios, sin la posibilidad de ascenso, predispuesta siempre a ese saludo a sus hijos al volver del cole, a eso guisos especiales y listos a la hora convenida, a esa mesa preparada con todo detalle, la ponía y la quitaba, anda que no evitaba bruscas discusiones, a ese cuidado especial, sobre todo cuando estabas enfermo, nunca faltaba en esa frente calenturienta ese paño fresco, que aliviaba, no veas lo que aliviaba..., a ese jarabe con tos, a ese termómetro sobaquil, a ese moquero que secaba las lágrimas producidas por ese ingente coscorrón, a esa lavadora que no funcionaba sola, a esa complaciencia marital sin jaqueca, y como no a ese madrugar para hacer el desayuno.

Y muchos "ilusos" eran los que sentían pena de los niños cuyas madres trabajaban fuera del hogar, ¿Y ahora?
Imaginemos tan solo que todo lo que antes se hacía durante tantas horas, ahora unos minutillos son suficientes, la verdad es porque no hay más tiempo, siempre con broncas, siempre con prisas, siempre con nervios, y lo peor que si no huyes fuera de casa a trabajar, no vives, adiós dinerito, adiós hipoteca, para que como diría aquél, tanto tengo, tanto gasto.

Antes se las compadecía, hoy, especie a extinguir, no se les deja de añorar.
J.S.

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