martes, 15 de abril de 2008

Torredembarra


Estoy sentado en la bocana del puerto de Torredembarra. Vengo a menudo. No sé porqué me encuentro tan a gusto aquí. La brisa marina me da en la espalda. El soniquete del agua al chocar reiteradamente contra las grandes rocas me relaja. A veces se forman grumos de espuma que van y vienen. Las aguas son muy claras. Se ven surcadas por diminutos pececillos de muchos colores que parecen perseguir al que nada más rápido. En el cielo aves volando en forma de uve, son patos y a más baja altura gaviotas. Por estos lares son pequeñas y blancas, por el puerto de Barcelona son más grandes y pardas.
A mi derecha destaca un espigado y moderno faro que al atardecer me ilumina ahora sí, ahora no... Antes la naturaleza presidía todo el acantilado, ahora al faro le acompañan casas de hasta dos alturas que dejan ver a lo lejos algunos arbolillos de lo que fue un frondoso pinar verde. También diviso alguna cuidada palmera.
A mi izquierda están pasando algunos barcos, unos pequeños y otros señoriales. Casi todos son blancos. Unos entran y otros salen. Todavía no llevan sobre sus cubiertas a las espatarradas de turno. No hace mucho calor. Ahora son tres motos naúticas las que rompem la tranquilidad.
Un poco más a la izquierda están amarrados los yates más elegantes del puerto deportivo, tres son de color azul y destacan sobre el verde del agua y el blanco del resto de las embarcaciones.
En frente están descansando los barcos y las barquillas de los pescadores. ¡Qué contraste! Aquellos que sirven para dar un paseíto puntual un fin de semana son elegantes, grandiosos, concebidos para dar una seguridad plena en el mar, con los últimos sistemas de navegación, contrastando, enfrente con esas diminutas barquichuelas de los pescadores, de los que se ganan la manduca saliendo al atardecer cada día a pescar merluzas, emperadores, salmonetes o pulpos, de poco más de tres metros de eslora, en cuanto que cabe una persona. No me las quiero imaginar lejos de la costa cuando el mar comience a enfurruñarse. Su única seguridad es un salvavidas descolorido. Se llaman María, Manuel, S José.
Que mal repartido está el mundo, el que necesita la embarcación para subsistir, diminuta y frágil; y el que la tiene para diversión grandiosa y segura.

18 comentarios:

El Tuno Negro dijo...

Yo también he estado en ese mismo lugar. Ya quedan pocos lugares tranquilos y aunque éste ya esté bastante trillado por la mano del hombre he de reconocer que tiene su encanto.

1 beso.

Anónimo dijo...

La verdad que es un lugar paradisiaco,donde te olvidas del stres de la gran ciudad y te cargas de esa energía positiva necesaria para el resto de la semana.
Un beso.

Estrella fugaz

Melba Reyes A. dijo...

Sí, Javier, muy mal repartido el mundo.

Qué bueno que aún quedan bellezas naturales para disfrutar.

Salud♥s

Ligia dijo...

Debe ser tan tranquilo y tonificante como lo describes, y como se aprecia en las fotos. Estar cerca del mar siempre infunde ánimos. Un abrazo

angela dijo...

Javier, yo he nacido en un puerto de mar bueno, en su atalaya...y te puedo asegurar que aún estando lejos y leyéndote me pareció estar oyendo el murmullo de las olas, los motores de los barcos llegando a puerto, la sireda de la rula...tantas y tantas cosas....Gracias por recordarme viejos tiempos.Un abrazo. Angela

CarmenS dijo...

Mientras no llegan los veraneantes ruidosos, ¡qué hermoso es el mar!

CarmenS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nohema Rios dijo...

Qué lindo lugar, un paraíso. Se me antoja sentarme sobre las piedras y contemplar el anochecer, o escribir durante horas, como me imagino lo haces tú.
Un abrazo!

rafael dijo...

Javier, que bien has plasmado, mi pueblo; Yo estoy enamorado de el. besitos y un fuerte abrazo...estamos en contacto

celebrador dijo...

A mi también me gusta el mar, al fin y a la postre nací a orillas del Mediterráneo (como canta Serrat), pero me gusta allá hacia mitad de Junio, cuando puedo andar por la arena con mi chica al lado con solo algunas otras personas que van haciendo lo mismo

Por cierto, me encanta San Saturio y adoro ese Duero, su vista me atrae con fuerza cada vez que paso sobre él

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Nohema Rios dijo...

Hola, de nuevo visitándote para invitarte a que pases a mi blog, hay un regalo para ti.
Abrazos!

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado como nos has descrito el puerto, y si, el mundo está muy mal repartido.

Basta con mirar, no tener ojos, no, mirar.

Y ver.

Saludos.

Josep dijo...

Que sorpresa¡¡
Entro en tu blog para conocer mejor Soria,y me encuentro en Torredembarra.
La verdad es que tambien me ha gustado pues hace tiempo que no me acerco por allí.
Si me lo permites volveré en otra ocasión.Seguro que de Soria tengo que encontrar muchas cosas.
Un saludo.


[Javier,tienes un comentario que es un virus.ZOLOLKIS.Tiralo a la papelera sin abrir.]

Anónimo dijo...

No tiene porque haber un porque para todo. Te encuentras bien y vas. Á disfrutar.

Aleteos!

Anita dijo...

concuerdo contigo que mal repartido esta el mundo y que injusto es... a veces
besitos

Alimontero dijo...

Esos lugares son como univesales, para los que disfrutamos del mar...aunque creo que "tu lugar" es paradisíaco... no he estado con un faro cerca...
Mas pronto estaré en Barcelona, específicamente n Terragona... espero encontrarme con algo así... es posible??
una abracito a tu corazón Javi!!

Ali

resnoesmesqui dijo...

Me ha encantado tu comentario. Cuando vuelvas por "acá" te invito a una cervecita en el paseo maritimo.

Saludos y ven lo antes posible